Trump, México y los cárteles

Inteligencia predictiva

A un paso de llegar a la Casa Blanca, Donald Trump prepara sus bártulos para librar dos guerras personalísimas: la de superar sus marcas del primer mandato, en términos de abrir millones de frentes innecesarios en todo el mundo y, la de rebasar su inquietante récord como dínamo de parodias.

Con todo, para la historia queda aquel gag que el extraordinario Alec Baldwin le dedicó en Saturday Night Live, imitándolo. En la escena, el presidente recibe la visita de un militar preguntándole sobre sus planes para combatir a Isis. Ya solo, el dueño de los casinos teclea preocupado en Google, ¿Qué es Isis?

Más allá de sus competencias contra sí mismo, viene una avalancha para México en distintos temas, pero en lo que se refiere a seguridad (bi)nacional, prometen ser de alarido.

 

Aranceles contra indocumentados

Trump ha señalado largamente que México es un embudo que le vacía a Estados Unidos, a lo peor de la ralea continental: psicópatas, asesinos, narcomenudistas, violadores, terroristas y una ignominiosa corte de sátrapas callejeros son enviados meticulosamente a la Unión Americana desde Tijuana, Altar o Nuevo Laredo.

En la micrología de Trump, la crema y nata de la escoria se concentra en México y a punta de bajezas logra llegar a Estados Unidos, para victimizar a millones de personas: desde esclavizarlos con fentanilo hasta matarlos por cualquier motivo. Es como ver “Nosotros los pobres” pero no en la versión de Ismael Rodríguez en 1948, sino en clave narco de 2024.

Incrementar aranceles será la amenaza continua de Trump para México. 10, 20, 40 por ciento son apenas cifras que poco importan, dado que se rebasarán de acuerdo a la particular adrenalina del magnate. Es justo combatir a los bad hombres.

El costo a pagar es evidente: una recesión en México, considerando que la economía nacional depende en un porcentaje notorio de la estadounidense, se quiera o no. La globalización ha hecho lo suyo y mal haría en no reconocerse.

 

Furtivos contra narcos

La experiencia de Ismael Zambada ya demostró dos cosas: que el gobierno de los Estados Unidos ha perdido la paciencia frente al gobierno de México y que dispone de toda clase de herramientas para hacer de lo furtivo, un instrumento valioso.

Frente al discurso en contra del intervencionismo extranjero que los mandatarios mexicanos suelen asestar cuando se toca el tema, la realidad fría y objetiva es que las dieciséis agencias pueden preparar un sinnúmero de operaciones clandestinas para capturar objetivos en territorio mexicano.

El caso Zambada lo ha confirmado: si los intereses criminales de México se alinean con los del gobierno estadounidense, no hay demasiados obstáculos para que de la nada, un delincuente de alto impacto desaparezca en su rancho y se vuelva a saber de él, cuando se encuentre cantando sus grandes éxitos en una Corte neoyorquina.

 

El muro de los millones

Cuando Trump fue presidente de los Estados Unidos en la primera vuelta, se contaban con unos 1 mil 050 kilómetros de vallas en la frontera, por lo que quedaban pendientes de construir esa clase de obstáculos, unos 2 mil 142 kilómetros más.

Los dineros para construir semejante cosa serían pagados por México, de acuerdo con los dichos de Trump en 2016, quien consideró que no toda la frontera tendría que sellarse, dado que la naturaleza se encarga de hacerla de guardiana en alrededor del 50 por ciento del territorio a proteger.

Conforme fue avanzando el periodo presidencial, el erario estadounidense fue inyectando dinero al muro y juntando lo que aportó el Departamento de Seguridad Interior con lo del Departamento de la Defensa e inclusive algunas donaciones particulares, se alcanzó la notable suma de 15 mil millones de dólares. Diría Perogrullo que en esas donaciones estadounidenses no apareció ninguna del gobierno mexicano.

No hay motivos para desechar otra vuelta de tuerca de Trump con el muro. De hecho, puede avanzar un poco con su propósito, habida cuenta de la experiencia del cuatrienio anterior.

 

Vigilancia electrónica

Las dieciséis agencias disponen de tecnología para mantener bajo vigilancia, prácticamente a quien se le ocurra en México. Los modos y las formas por las que esas capacidades se dan, no vienen al caso en este artículo, pero es un hecho que ahí están.

Si durante el mandato de Andrés Manuel López Obrador, se dio una novela de zipizape entre los dos gobiernos, en donde a ratos se decía que el tabasqueño era un gran amigo de los Estados Unidos y en otros se apuntaba que la intransigencia mexicana era la razón para arrasar con los cárteles, es posible que se vea una versión 2.0 en los próximos años.

En ese tenor, es un hecho que vendrá un alud de personajes de la 4T, de la oposición (lo que sea que signifique) y de la delincuencia organizada que serán exhibidos por activa o por pasiva, sin omitir a algunos que en su próximo viaje a Disneylandia serán detenidos o de la anda aparecerán en la lista OFAC.

El estímulo para tal acción es más que evidente: la ocurrencia de Claudia Sheinbaum de enviar a una ventanilla única de la Secretaría de Relaciones Exteriores al gobierno de los Estados Unidos, producirá el efecto contrario, a punta de manotazos sobre la mesa.

 

El final

Trump llegará a la Casa Blanca echado para adelante, listo para reducir el margen mexicano del nearshoring, comportándose como el Infant Terrible que es. Del lado mexicano, no se observa ninguna contramedida focalizada a lidiar con el magnate, sino más bien a responder con una avalancha de lugares comunes propios de la política de los años sesenta.

En labores de espionaje, el dogma y la creencia política son los anteojos a través de los cuales se mira al objetivo, sin importar la objetividad. En Inteligencia, el único dogma empleado es la utilidad de lo que se observa.

Los servicios de inteligencia estadounidenses han aprendido a lo largo de los años, como quiere las cosas Trump y ahora, han acumulado un acervo considerable sobre López Obrador y las personas que trabajaron con él.

Todas las fuentes han dicho una y otra vez que los análisis a Sheinbaum que le han sido practicados, señalan que no tiene relación con la delincuencia organizada, pero eso de ninguna manera lava la cara del pasado inmediato.

En ese tenor, viene un largo y cansino lapso en donde habrá bravatas, descontones y manotazos desde la Casa Blanca. Del lado mexicano, el rasgamiento de vestiduras y un control de daños tardío e incompleto, rubricarán el sino de una relación bilateral cargada de dudas y resentimientos mutuos.

*BC

 

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