Posterior a la muerte de Obregón, el 4 de marzo de 1929, en México nacía el Partido Nacional Revolucionario (PNR), lo que significó un avance importante en la estabilización política del país. Con la creación de dicha institución política, comenzaría un nuevo sistema de partidos; por lo cual, la primera prueba para el Nacional Revolucionario serían las elecciones de ese mismo año, en las cuales respaldarían a Pascual Ortiz Rubio y sería José Vasconcelos quien de manera independiente encabezaría la fuerza electoral opositora. El PNR pasaría a convertirse en el partido oficial del país, mediante el cual durante los siguientes 70 años tendría el control del poder ejecutivo nacional.
Para 1932, con Carlos Riva Palacio al frente del PNR, en la convención extraordinaria de Aguascalientes, se abordaría el tema respecto a la reelección; Riva Palacio “señaló en esa ocasión que si bien la reelección era un derecho político, se sacrificaba en pos de un principio de la revolución.
Para finales del periodo de la década de los 30’s se tendría dos cambios importantes en el sistema partidista mexicano. El primero de ellos en 1938 cuando el PNR, cambiaría su nombre a Partido Revolucionario Mexicano (PRM), siendo trascendental que “el nuevo partido no estaba conformado por grupos y partidos regionales sino por cuatro sectores: obrero, campesino, popular y militar”. El segundo de los cambios se daría en enero de 1939 con el nacimiento del Partido Acción Nacional (PAN) con Manuel Gómez Morín al frente, la creación de dicho partido tendría como intención de hacer frente a lo que consideraban como excesos socializantes y colectivistas del cardenismo.
Posteriormente, antes de las elecciones de 1946, el PRM cambió su nombre por Partido Revolucionario Institucional (PRI), con la principal diferencia de que a partir de entonces desaparecía el sector militar en el partido.
Es precisamente en 1946 cuando inicia la etapa de la “federalización electoral”, la elección de ese mismo año estrenaba una nueva legislación en la cual “por primera vez dejaba en manos del gobierno federal el manejo de este delicado proceso ciudadano.
Sería hasta 1994 con la muerte del entonces candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, que el Revolucionario Institucional comenzaría a sufrir un declive importante en su poder.
El hartazgo de los excesos políticos, la mala administración pública, así como los egos al interior del partido oficial, harían que en las elecciones del 2000, por primera vez desde el nacimiento del sistema de partidos en México, el PRI dejara de estar al frente del Ejecutivo Federal. Y si bien, dicho cambio en el color del poder duraría solamente 12 años para regresar al PRI en 2012, la realidad es que los trabajos partidistas resultarían insuficientes para seguir asegurando el mandato.
2018 marcaría al tricolor en su historia, pues después del 2000 sería ese año una de las derrotas más grandes para el que durante años se había mantenido como el partido oficial.
Sería en 2019 con la llegada del ex gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, que los militantes del PRI habrían de poner las esperanzas en recuperar un poco; sin embargo, no fue así. Con el mismo Moreno Cárdenas al frente, el 2021 habría de reafirmar en las urnas el declive del tricolor. De ahí, comenzaría una ruptura al interior del propio partido, que hasta hoy no ha logrado frenarse, y de la cual muchos de sus propios militantes acusan a Moreno de dar la estocada final al que muchos aun reconocen como su partido.
El próximo domingo, se llevará a cabo la que es quizás la Asamblea General Ordinaria del PRI, y hay quienes afirman que entre los trabajos más importantes que se realizarán se encuentran precisamente la reestructuración de las bases partidistas; incluso se habla de un cambio en el nombre y los colores del que hasta ahora conocemos como PRI. Esto con la intención de buscar recuperar la confianza de la ciudadanía, así como de reencontrar sus más profundas bases partidistas; sin embargo, considero que el cambio de colores, y nombre, en nada podría abonar.
El próximo domingo, lo que verdaderamente deberán plantearse los representantes de la militancia priista, es el sentido de su trabajo. Deberán si recuperar sus bases esenciales, y comenzar a colocar en los lugares de decisión más importantes no al que mayor aporte económico pueda representar, si no, a quien con trabajo tangible haya demostrado ya un verdadero interés no en la mejoría personal, o partidista, si no, en la necesidades de la población mexicana, solo entonces, dejando de lado los intereses personales, podría el PRI comenzar a vislumbrar el milagro de la resurrección de una muerte que tal parece ya ha sido anunciada.
FB. Xóchitl Azpiazu
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