Ayer, de manera extraña y poco vista, los ministros de la Suprema Corte salieron de la Suprema Corte para caminar, sin toga, a la cámara de diputados, con la intención de participar en un foro con el Poder Legislativo, donde se discutirá el camino rumbo a una reforma al Poder Judicial, esa que fue propuesta por el Presidente López obrador, que ha sido su prioridad y que hoy, con la nueva mayoría en el Legislativo, es una amenaza con fecha, como un huracán que pronto tocará la tierra.
Al mismo tiempo que escribo este artículo, he escuchado el foro en la cámara de diputados, donde se discute los alcances que tendrá esa reforma, ahí los distintos diputados y senadores de alto nivel, como coordinadores y presidentes de partidos, expresan su postura, todos extrañamente diferentes, desde el PAN, por ejemplo, el coordinador Julen Rementeria dice que si bien es necesaria una reforma, espera la colaboración entre partidos para construir juntos; mientras que personajes como Fernández Noroña, dice que no habrá una reforma, habrá una revolución. Esta disidencia entre opiniones nos dice que quizá, nadie sabe lo que realmente pasará, más que el Presidente, claro.
Esta incertidumbre, hizo que el dólar cayera varios pesos, debido al temor de una inestabilidad en el marco jurídico con el que las empresas podrían contar en caso de algún problema y también provocó, que los juristas mexicanos, vivieran gran incertidumbre sobre sobre cuáles serían los alcances de esta reforma y cómo les afectaría, especialmente preocupados están las y los trabajadores del Poder Judicial de la Federación, quienes podrían ser la fuerza humana que se levante en protestas y a quienes los legisladores han dicho, que no deben de preocuparse.
Habrá que decirlo, la Suprema Corte de Justicia y el Poder Judicial, tienen todas las de perder, debido a la mayoría que Morena ha alcanzado en la cámara de diputados y que pronto tendrá en la cámara de senadores; pero también, porque el mexicano, ha tenido en general una ríspida relación con la justicia, por esa razón muchos piensan que es más sencillo arreglar las cosas a la fuerza antes que acudir ante la Ley que primero: te robara, luego te hará esperar y después no te dará la razón. Todo aquel que está en la cárcel sin sentencia, las parejas involucradas en un divorcio, las familias en un sucesorio, los que son despedidos injustificadamente, saben, que en México no hay justicia.
Esto, aunado a los tecnicismos y falta de carisma de los ministros, aparte de su apariencia aristocrática, hacen de ellos y los magistrados, un enemigo indefendible, tanto que incluso los más opositores al gobierno actual deben incluir en sus discursos que es cierto que es necesaria una reforma el poder judicial.
Decía Platón que las leyes están marcadas en arena y las costumbres en piedra y la gran importancia de que exista un Poder Judicial sólido, una división de poderes, un estado de derechos y todos estos tecnicismos, palidecen ante la necesidad de la ciudadanía por una “justicia” que no sea humillante, lenta y decepcionante, esto sumado al populismo que nace de izquierda a derecha en toda América y que da a quienes protegen con una reforma al Poder Judicial, la legitimidad de estar luchando “por el pueblo”.
La pregunta que debemos de hacernos, desde mi perspectiva: ¿Es, realmente esta reforma en favor del pueblo o una que responde a un capricho presidencial y busca eliminar los contrapesos? Cuando se reforme el poder judicial ¿tendremos un verdadero acceso a la justicia o solo un poder más poderoso?