La calidez y la calidad humana son palabras de otro mundo, incomprensibles, sin sentido en el Hospital José G. Parres. Una madre que lleva meses tratando de que se atienda y se opere a su bebé de seis meses recibió una cruel muestra de la "mística de servicio" de doctores y trabajadoras sociales: mejor busque ayuda en otra institución.
Y la mezcla de sentimientos de la joven madre de un bebé de apenas seis meses de edad que requiere una operación en su piecito para corregir un problema congénito que le permita crecer con mejores perspectivas.
Ira, frustración, desesperanza y, sobre todo, dolor, porque su pequeño no recibe atención médica... Tristeza porque quienes juraron servir y proteger la vida, le niegan nuevamente ser atendido; médicos y personal que pueden cambiar la vida de un pequeño, si pudieran valorar la importancia de esto, si realmente cumplieran el juramento, o por lo menos las reglas de la noble institución que les dio una oportunidad de desarrollo profesional y a la que denigran.
Citada el lunes a las ocho de la mañana, Any Geraldine Navarro Lezama estuvo en el Parres desde las siete de la mañana, con la esperanza de que atendieran a su pequeño. A cambio, respuestas frías, indolentes, por momentos con el fastidio de no desempeñar la labor que eligieron, sin vocación de servicio.
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Médicos que se mandan solos y van cuando quieren y eso quién sabe, según refiere el propio personal del nosocomio. Y la pregunta obligada tanto para el doctor Bustillo, quien habría de atender al bebé como a sus superiores: ¿así funciona nuestro sistema de salud, con médicos que imponen su agenda?
Antes incluso de la hora prevista, ya se había dicho a Any Geraldine que no sería atendida. Y el peregrinar por el hospital en busca de alguien que pudiera darle opciones, canalizarla con otro médico, pero la respuesta fue la misma: en la casa de los doctores, nadie puede brindar la mano a un bebé de seis meses.
Tampoco hubo sensibilidad cuando abiertamente se le dijo: mejor busque el apoyo de otra institución...
Ningún apoyo, ninguna atención, ni la más mínima expresión de empatía y mucho menos abrir la puerta a otra opción, como es su canalización al Hospital del Niño y Adolescente, documento que requería para buscar respuesta en otra institución.
Desesperación, coraje y frustración de una madre frente a la indolencia del sistema de salud gubernamental... Ante la mirada de un bebé que no entiende lo que ocurre, pero que ya lo está padeciendo.
Quedan en el vacío las respuestas de los directivos del José G. Parres porque no las hay... Acaso departiendo con el doctor Bustillo, que se manda solo y únicamente acude cuando quiere... Si quiere...