Mientras las fechas se aproximan como si los hubiesen dejado salir de debajo de las piedras, están brotando los anquilosados políticos que después de dos años ya ansían regresar a cargos públicos, por una simple y sencilla razón: no saben vivir de otro modo y más aún no saben trabajar con honestidad.
Muchos de estos personajes todos los días lanzan dardos envenenados de injuria y acusaciones contra quienes actualmente ocupan alguna posición de las que se reparten gracias a la política, pero cuando tuvieron la oportunidad de gobernar, administrar o representar a sus conciudadanos fueron tan igual o tan peores que los que están actualmente. Y esto no significa que defendamos lo que hoy se está haciendo mal o lo que se está dejando de hacer; eso sin duda debe señalarse y hacerse público, para que no quede impune. Lo que deseamos es que quienes en el pasado dañaron tanto al erario encuentren en la ciudadanía puertas cerradas, porque ya tuvieron una dos o más oportunidades y nunca han hecho nada provechoso.
Hay perfiles entre los suspirantes a quienes se tiene claramente identificados porque nunca han trabajado de otra cosa que no sea la política. Eso en una nación moderna y verdaderamente democrática podría llamarse Servicio Profesional de Carrera, en donde las aptitudes y las constantes evaluaciones, son la principal carta de quienes detentan un cargo; sin embargo en el caso de nuestro país, las posiciones se reparten entre cómplices, secuaces, familiares, compadres y amigos. Jamás se privilegia la capacidad y menos aún la de servir a los demás.
Por eso vemos que muchos ya andan en campañas constantes de venta de productos a bajo costo, de donación de despensas y hasta aparatos funcionales, lo cual no estaría mal si lo pagaran de su propio peculio. En todo el país históricamente es conocido que muchos políticos en cargos públicos tienen partidas especiales, dietas y pagos por evento, con los cuales los jefes de los ejecutivos estatales corresponden a los “levantamanos” las pensiones doradas o hasta los nombramientos de magistraturas. Entonces ¿A poco es tanta la vocación de servicio, que ya no pueden hacer otra cosa que no sea ocupar un cargo público? ¿Por qué justamente en todos estos tiempos hasta se van a hacer el mandado al mercado más grande del estado, cuando en toda su vida no compran ni la botella de agua que se llevan a la boca, pues tienen un cúmulo de siervos que lo hacen por ellos? ¿A poco ya les nació un amor por el estado que durante años e incluso décadas han saqueado, desde posiciones de privilegio?
Por eso, será muy bueno que en este proceso electoral que está por arrancar oficialmente en unos días, el lema principal sea “la verdad por encima de todo” de modo que sin cortapisas los ciudadanos identifiquemos las cosas por su nombre. Por ejemplo, al que ha robado y con ello hoy reparte despensas y apoyos a la ciudadanía, hay que llamarlo ladrón, no aspirante, ni candidato; al que por sus omisiones y complicidades provocó directa o indirectamente la muerte de muchos jóvenes como sucede todos los días en el país hay que llamarlo asesino. Y así podríamos irnos con varias negras definiciones que bien nos permiten identificar a un grueso de esos que hoy levantan la mano y le gritan a la sociedad que mancharon “yo quiero y puedo” cambiar tu colonia, pueblo o estado.
El mentiroso siempre será mentiroso, el engañador lo mismo y ladrón como decía la abuelita “perro que como huevo, aunque le quemen el hocico”. SI hay vocación para ayudar, se puede hacer sin la necesidad de un cargo público, pero quien tiene por filosofía vivir ilícitamente, lo seguirá haciendo siempre, ocupe el cargo que ocupe y nunca va a cambiar.