Haciendo fila para ingresar a la UNAM

Política para mortales

Tengo 19 años y al igual que todos mis generacionales que tienen cierta cantidad de privilegios, tuve ayer la oportunidad y bendición de formarme en la fila para hacer mi Examen de la UNAM.

La UNAM es una Universidad inevitable en México, una institución tan importante e incrustada en el desarrollo de nuestra nación como la misma bandera, pero desde mi visión, hay una errónea percepción desde el exterior de una política en la Máxima casa de Estudios que es ilusoria por que se interpreta de manera sesgada por cuando solo se cree en lo plasmado en las planas de periódicos y lo que aparase en los noticieros.

Información contaminada. Siendo sincero, yo pensaba en la UNAM -por ese dolo informativo - como una universidad en decadencia.

Pero es al estar en la fila esperando el turno para realizar el examen, comprendí que es un centro neurálgico, un punto nuclear que ha dado vida y ha formado a grandes ciudadanos.

Sí, hoy vive en paro, inundada la UNAM con el narcomenudeo, el acoso y mostró carencia y esa fuerza que la caracteriza, así como decisión, para enfrentar el caso como el de Yasmin Esquivel.

Fue suficiente con formarme en la fila para darme cuenta de que mi apreciación, estaba sí, influenciada por lo tendenciosos, en un completo error.

Al momento de mi llegada, como suelo hacerlo, me sentí impresionado por la habilidad de los capitalinos por sacar dinero de absolutamente todo, se vendían impresiones en puestos que parecían de tacos, plumas azules, hojas de inscripción, chocolates y lápices. Ahí mismo, nos reunimos miles de jóvenes, de todo tipo, de cualquier parte del espectro y abanico socioeconómico de México, desde aquellos con huaraches, zapatos rotos hasta aquellos acompañados por escoltas que evidentemente, veían con sobada manera e impresionados, el ecosistema que se mostró y abrió ante sus ojos.

Cerca de las 13:15 hrs. todos empezamos a formarnos.

En esa fila, estaba el México que pretende ser el buen futuro, en todas sus aristas, en todas sus formas. Algunos eran acompañados por toda su familia, padres, hermanos, abuelos tíos, quienes con pancartas y el corazón en la mano veían a su hijo enfrentarse a una batalla, también quienes solo iban con sus padres, parejas sentimentales o algún familiar e incluso, -desde mi perspectiva- los más admirables: aquellos que iban solos, con todo en contra, más que sus hojas, lápices del número dos y la necia y aferrada esperanza de superarse a ellos mismos.

Rápidamente la fila dio la vuelta a las calles, produciendo que los responsables del evento tuvieran que barrer la fila instruyendo a los padres para separarse de sus hijos.

“Ya déjenlos, ya déjenlos para que vayan a hacer su examen”, decía un hombre grande, quien quizá no se daba cuenta de la profundidad de las palabras que salían de su boca y que ahí, en esa separación daban formal inicio a la división entre la raíz de la familia y la vida adulta, entre aquellas madres y padres quienes han dado la vida por sus hijos y el futuro de sus hijos como adultos.

Ahí me di cuenta, que la educación para las familias mexicanas, no es solamente la obligación de asistir a una institución para formarse previo a su vida adulta, la educación es una esperanza, una meta de vida por la que se trabaja por años y un hijo en la UNAM, para una gran cantidad de mexicanos, es un sueño de generaciones, un esfuerzo del bisabuelo que araba la tierra, un abuelo que vendía la cosecha, un padre que todos los días se enfrenta a la gran ciudad para mantener a su familia.

Los alumnos entraban a presentar su examen y los padres se quedaban afuera, algunos nerviosos, algunos llorando.

Después de tres horas de un intenso examen, uno dejaba su hoja a su inspector, que con la humanidad necesaria, te veía a los ojos y te decía: “mucha suerte”.

A la salida, eran revisados tus documentos y podrías salir por la puerta dos, al otro lado de la puerta, una turba de padres, tíos, abuelos, amigos esperaban la salida de los aspirantes, con el corazón en la mano, un fuerte abrazo y un aplauso, solo lograba que los alumnos, considerando la magnitud y la carga familiar que significa este proceso, pudieran (incluidos yo) soltarse a llorar.

Ayer, un mundo se abrió ante mis ojos, el emocional mundo de la educación en la UNAM.

Este ecosistema me mostró algunas cosas y me enseñó que atacar y atentar contra la educación pública debería ser un crimen. Solamente me queda la fuerte pregunta de ¿cómo puede ser que AMLO (El Presidente “portador de la esperanza”) pueda criticar a la UNAM por conflictos políticos? cuando es esa universidad, la institución de la esperanza, del sueño de generaciones, del anhelo por ser un mexicano de bien, ¿por qué atacar a la universidad del pueblo? Esa Ala Mater, donde todos los mexicanos son lo mismo bajo el manto del conocimiento.

*IR