Creo que por fin he comprendido al gobierno de AMLO, su retórica y el movimiento que fuertemente lo acompaña.
Hace unos días, caminando por el Museo Nacional, me encontré a miles de mexicanos, quienes podrían caber en la categoría de lo que López Obrador denomina “el pueblo bueno”. Ellos deliberaban sobre el museo, el edificio y escuché a muchos coincidir sobre las bondades del arte popular, sin duda en una misma y amena sintonía.
Al final de la exposición de Monet, para la que todos hacíamos fila, los guardias nos direccionaron hacia otra sección de la exposición, donde podías encontrar esculturas sacras. Al final de la sala había un gran vacío, que terminaba con un imponente cuadro el cual provocaba en cada uno de los visitantes una emocional y apasionante reacción. En este cuadro se representa de manera muy cruda y realista el momento en el que los españoles (cobardemente) le quemaron los pies a Cuauhtémoc.
Con una mirada arrogante, un hombre gordo y cejón miraba a Cuauhtémoc, que sin miedo alguno, lo veía con odio mientras que su destino era inevitable. Esa pintura jalaba la mirada de todos, quienes en su mayoría, no podíamos evitar voltear a ver el color de nuestra piel, que es el mismo de Cuauhtémoc. Yo, así como estoy seguro de que la mayoría, no pude evitar sentir un enojo que hervía mis venas. ¡Malditos Españoles, malditos sus descendientes, malditos todos y cada uno de los que caminan de manera arrogante por mi tierra! Era lo único que podía pensar.
En esa ausencia de razón, que fue sustituida por una un enorme apasionamiento por aquellos con mi misma sangre, me di cuenta de que estaba pensando como el Presidente López Obrador, aquella vez que siglos después de la conquista, propuso pausar las relaciones con España hasta que nos pidieran una disculpa.
Ahí fue donde entendí que el Gobierno de AMLO, es un Gobierno que no se rige por la razón y estadística en su actuar, se rige por la emoción.
Aquella emociónapasionante y poderosa que puede nacer de todos los Mexicanos, que puede estar escondida o a flor de piel y se manifiesta cada vez que “Los abusadores” son señalados desde el poder como “Corruptos” “Intervencionistas” “Egoístas” “los que se creen dueños del Mundo” y otros cuantos adjetivos.
Sin duda, no comparto esta manera de gobernar, pues a pesar de que la pasión y emoción debe ser, muchas veces, la chispa que inicia la lucha contra las tiranías, la opresión, los abusos y es el punto de unión para que la gente luche por un bien común, no creo que deba ser el eje rector único o más importante de un Gobierno ejecutivo. Pues hay decisiones que a mi parecer no deben ser tomadas con el hígado,
deben ser tomadas por las estadísticas, los números, las necesidades reales de la población y dentro de estas decisiones, el titular del poder (Presidente, gobernador u otros) Solo debe ser el líder que delegando responsabilidades debe coordinar el camino hacia el cumplimiento de objetivos.
Pero esa opinión, simplemente no cabe, menos en este Gobierno. He comprendido que este NO es un gobierno de izquierda o derecha, es un gobierno de emociones, de apasionamientos, que uniendo el sentir colectivo como la esperanza, el resentimiento y el enojo rechaza todo tipo de razonamiento lógico, pues no lo necesita para sobrevivir.
*IR