Siendo la clase media, y en ella el sector laboral y la burocracia del país, la más castigada por las medidas de “austeridad republicana”, el cobro de impuestos, la mala calidad de la seguridad social y en particular los servicios para la salud, el alza en las tasas de interés que complican el acceso a créditos personales y de vivienda, el alza a la canasta básica (que ya ni existe en realidad) y a los bienes de consumo, la incertidumbre en el régimen pensionario y por la violación constante a derechos laborales y conquistas sindicales, la conmemoración del Día Internacional del Trabajo mereció la reprobación unánime del colectivo hacia la política laboral del régimen de gobierno en turno.
Y no es que precisamente las consignas hayan rayado en la ofensa o en la diatriba, pero fue perceptible el ánimo de molestia que permea entre la clase trabajadora, que como es costumbre desde hace varias décadas, lleva a cuestas siempre la carga de la recurrente crisis económica del país, pues por más que se hable de la valorización del peso frente al dólar, la bonanza petrolera, los récords en las remesas provenientes del vecino país del norte, y etc., el salario y el poder adquisitivo de la clase media nomás de alcanza, o alcanza para medio vivir dejando pendiente y continua la enorme deuda social del gobierno para generar condiciones en la que la sociedad pueda aspirar a mejores niveles de vida.
Y es que, aunque el salario mínimo haya aumentado considerablemente en los últimos años, la inflación que se traduce en un aumento constante a los precios de los productos, de los combustibles, y de todo tipo de bienes de consumo, no sólo afecta el bolsillo de los trabajadores, sino también repercute en la calidad de los servicios de la seguridad social. Hoy los dos más grandes institutos de asistencia social para el colectivo laboral, el IMSS y el ISSSTE, viven una de las peores crisis de su historia, y no sólo son insuficientes para responder a la demanda, sino que la calidad y calidez humana deja mucho que desear.
De allí que queda plenamente justificada la enorme molestia manifiesta ayer de los grupos de trabajadores que tomaron las calles y ciudades en todo el país, y cuyas consignas, insisto, si bien no rayaron en la ofensa, es claramente una advertencia para el gobierno de la 4T que prometió mucho y que se ha quedado corto en cuento a la dignificación de la clase trabajadora.
Y Morelos no fue la excepción en la jornada de lucha de ayer, destacando entre otros colectivos sindicales, el contingente de más de 10 mil trabajadores de la educación aglutinados en la Sección 19 del SNTE y en torno a su líder Joel Sánchez Vélez, quienes arremetieron en contra del ISSSTE que, insisto, flaquea en los servicios médicos, se “re-burocratiza” en el otorgamiento de créditos personales y literalmente atraca a los burócratas con los créditos de vivienda. Mención aparte se llevaron las autoridades educativas del IEBEM acusadas de corrupción en el tema de los procesos de ingreso y promoción en el servicio docente.
Y mientras algunos grupos de trabajadores se fortalecen en torno a la unidad de sus sindicatos y sus liderazgos, otros siguen padeciendo el lastre del corporativismo a las otrora poderosas centrales obreras. En Morelos la FTM, la CROC, o NGS, son apenas la sombra a la cabeza y la organización de la conmemoración del Día del Trabajo y bastará decir que, desde hace décadas, esa arcaica cultura prevalece en torno a los dirigentes de siempre en los que ya no creen ni confían la mayoría de los trabajadores, incluso, mejor algunos sindicatos independientes son los siguen dando la pelea y aunque con dificultad se mantienen vivos ante el embate de este régimen, que como los anteriores, preferiría no tener que lidiar con los colectivos de trabajadores organizados, veremos…
*IR