Los liderazgos urgentes

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Hoy se entiende el liderazgo como un conjunto de habilidades directivas que tiene un individuo para influir en grupos de personas logrando con ello el trabajo entusiasta en el propósito de alcanzar metas y objetivos.

Cuando diversos grupos sociales se pronuncian por la urgencia de liderazgos en México, regularmente refieren a líderes de un solo tipo, autoritarios, mesiánicos de esos que “ponen el orden”, liderazgos que, en sí mismos, representan un riesgo por fundarse exclusivamente en el culto a la persona. Piden caudillos, no líderes; gente que se oponga desde una perspectiva sensible o afectiva a decisiones a las que es necesario enfrentar desde una óptica mucho más racional. En una era en que la razón parece abandonar la mayor parte de las interacciones políticas y sociales, los liderazgos urgentes tienen una base racional, e ineludiblemente moral.

¿Cuáles deben ser las cualidades de los líderes del México nuevo? La pregunta viene especialmente bien ahora, en este tiempo de reflexión y preparación política para procesos futuros que involucran actores importantes de la sociedad. Y la respuesta no es sencilla, pues mientras más compleja la realidad, más define y estrecha el perfil de los liderazgos deseables.

Primero, un líder en la actualidad debe ser capaz de adaptarse a las nuevas situaciones sin claudicar de sus objetivos; en este sentido, debe orientarse también al largo plazo, en el entendido de que los objetivos que se traza son permanentes, y se componen de pequeñas metas asequibles en el corto y mediano plazos. Debe ser ágil, renunciar al anhelo falso de control total, y alejarse de las burocracias; buscar reducir las jerarquías, identificar los tramos de mando lineal y utilizarlos; socializar y colaborar con su equipo y con otros equipos orientados a los mismos fines; debe ser capaz de tomar riesgos calculados, atreverse a innovar sin miedo a los obstáculos que pueda enfrentar.

Fundamental es que los liderazgos de hoy sean facilitadores, es decir, que ayuden a la gente o en el equipo a realizar sus funciones de la mejor manera posible. También es importante mantener la mente abierta: frente a la cantidad de información novedosa que se genera hoy diariamente, es fundamental ser capaz de reconocer lo que conviene a la organización y utilizarlo para conseguir sus fines. También es deseable el realismo, ser capaz de reconocer las capacidades y limitaciones propias de sí mismo, de la organización y de su equipo, evita las decepciones que resultan fatales en cualquier grupo de trabajo.

En términos de imagen, la vieja divisa de “para ser hay que parecer”, se mantiene vigente; aunque añade factores mucho más profundos, entre ellos están la integridad y la responsabilidad social; ser capaz de devolver a la sociedad lo que nos ha entregado es un asunto de balance, de equilibrio, de sustentabilidad.

En términos de valor, el líder debe ser capaz de medir el nivel de logro de los objetivos de la organización igual que el tiempo en que se alcanzan. En este sentido es posible reconocer los avances de cada elemento del equipo, identificar las áreas que necesitan un refuerzo y aquellas que pueden asumir nuevas responsabilidades.

Un componente indeclinable del nuevo liderazgo es el moral: el líder debe ser capaz de entender cómo los cambios que pueden generarse afectaran a las partes involucradas directa o indirectamente en las transformaciones.

Cierto que para muchos las capacidades de un líder deben incluir la resolución de conflictos, y tienen razón, pero mucho más importante es la capacidad de anticipar el conflicto. Si bien es cierto que el conflicto es inherente a los grupos, también lo es que la capacidad de anticiparnos a su aparición nos permite aprender mucho de los mismos, generar nuevas cosas, nuevas formas de organización, nuevas ideas.

Ser líder en el mundo complejo de hoy, es un asunto diferente a lo que era hace décadas. Antes, se decía que el liderazgo nacía de un llamado, una especie de vocación que los políticos decían escuchar y atender porque en ello les iba la vida. Hoy tiene un matiz diferente: si bien el llamado sigue siendo cierto y es ineludible, la responsabilidad social, adaptabilidad, capacidad de organización, alto sentido de la moral, inteligencia, y compromiso resultan tan importantes como la vocación; quien no los tenga, es probable que ponga en un riesgo innecesario a su organización, a pesar del anhelo legítimo que pudiera tener por dirigirla…

*IR