• ¿Graco o Blanco?, el parámetro de la inseguridad

Desde l@s redes…

A casi cuatro años del gobernó de Cuauhtémoc Blanco, podemos establecer a juzgar por los resultados, que ha pasado por alto también devolver la paz y tranquilidad al estado como había prometido antes de asumir el cargo. La realidad nos propone otra cosa muy lejana a las aspiraciones y a la urgencia de esa tranquilidad que todos tenemos.

El rubro que en el ejercicio gubernamental se etiqueta como justicia, y que incluye los derechos humanos, la seguridad pública y la procuración de la justicia, no ha mostrado por cuarto año consecutivo ser la especialidad de un gobierno que, también no puede ser bien evaluado en materia de cultura, de construcción democrática, de relaciones con otras entidades y con el centro. No, a este gobierno tampoco se le da contar con la protección elemental de sus ciudadanos.

Con los índices de seguridad pública siempre elevados, los fracasos en la procuración de justicia, y la situación delicada que guardan los derechos humanos de todos los ciudadanos, frente a la incapacidad de los funcionarios que tienen como misión protegerlos, resulta difícil creer que los dos años que quedan de plazo al gobierno del estado para cumplir lo que se propuso, sea posible.

Y bien vale ahora recordar lo que en su momento prometió el peor gobernador que ha tenido Morelos, Graco Ramírez, quien quién dijo tener la convicción de que, desarrollando un plan con un grupo de funcionarios nombrados por él mismo, era factible que en 18 meses pudiera cumplirse sin actos mágicos, la pacificación del estado y erradicar la violencia e inseguridad. La realidad es que terminó tan mal, que dejó a Morelos de luto y teñido de rojo.

No es para nadie un secreto que la entidad ocupa desde hace varios lustros registros elevados de delitos de alto impacto: secuestro y homicidio, robo de vehículos y asaltos con violencia y etc. Pero lo que sí sigue siendo también una constante, es el esfuerzo por maquillar cifras y la prevalencia del discurso del “no pasa nada”; y es que los ciudadanos morelenses seguimos indefensos ante la delincuencia, en situación desventajosa y con una autoridad ineficiente.

Han trascurrido dos terceras partes del gobierno del mejor futbolista que probablemente haya tenido en país, uno de los varios ejecutivos que el gobierno de la 4T auspicia con vehemencia inusitada, incluso en el tema de la seguridad es respaldado a ultranza a pesar de los magros resultados, sin embargo, la realidad que padece el estado y los ciudadanos es ignominiosa.

Como dato tenemos que el gobernador mitómano, Graco Ramírez, jamás reconoció las fallas en su administración y de sus subalternos, por el contrario, se dedicó a defender una estrategia fallida con la policía del mando único y a quienes la ejecutaron sin éxito en la Comisión de Seguridad Pública y Fiscalía del Estado, contestando siempre que podía a sus detractores con cifras a modo e ignorando la terrible realidad sobre el baño de sangre y el luto que padecieron miles de morelense.

Quien le sucedió en el cargo prometió revisar ese modelo y al final decidió continuarlo, y al igual que su antecesor ocupó la misma estrategia de “ni los oigo ni los veo” para quienes critican la ausencia de resultados. De igual forma, la defensa a ultranza de su gabinete de seguridad ha sido una característica, como también negar sistemáticamente, mediante un discurso mediático, la cruda realidad que padece el estado y sus habitantes.

En esta tesitura, ya podemos perfilar un comparativo, al menos en el tema de la seguridad pública, para establecer quién ha sido el peor y no el mejor mandatario morelense de los dos últimos lustros, me cae que ni a cuál irle, veremos…

*IR