El populismo de los López

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Mucho se ha escrito y hablado del populismo como un término aplicable en la política. Para algunos el populismo es una tendencia de un personaje que quiere tener la admiración, aprobación y como seguidores a las clases populares. Existen tomos y tomos acerca del tema. Pero podemos considerar que es un rasgo muy antiguo entre las personas en general y más entre los políticos. Es el rasgo que deberían estudiar especialidades profesionales como la psicología, la filosofía, la antropología, la historia, y tantas más ciencias sociales, para identificar las características, comportamiento y el origen de ellas en una persona.

El presidente Andrés Manuel López Obrador, según la opinión de diversos críticos, seguidores o amigos, a favor o en contra. Para quienes no comulgan con sus ideas, el ser un presidente populista es una aberración en su persona, que no quisieran que fuera de esa forma, sino que fuera un estadista, de ideas y acciones consensadas, que fuera negociador, certero, mediador, de decisiones fuertes en los aspectos económicos y de seguridad. Para sus seguidores, el que sea populista es una virtud de la persona del presidente y se lo aplauden. Les gusta que sus decisiones vayan en dirección de beneficio a quienes más lo necesitan, cueste lo que cueste (porque no existen evaluaciones, planeaciones, reglas, compromisos, para quienes les otorga el apoyo), les gusta que utilice el vocabulario que usa la mayoría de la gente como la frase famosa (una de miles) “vamos al carajo” para referirse a una persona o circunstancia que no le agrada al presidente. Les gusta que enfrente de manera temeraria a sus oponentes (detractores). Les gusta que señale los errores del pasado. Hoy el lenguaje que utiliza un admirador o seguidor de Amlo, son las mismas palabras que él utiliza para expresarse en sus conferencias de prensa, en sus declaraciones, frases como “prensa chayotera”, entre otras miles.

Hoy, ha quedado de manifiesto que el presidente es un populista, cuando ordena que se realice una reunión para llenar el zócalo de la Cd. De México, sin importar las circunstancias adversas de una pandemia, incluso indicando que no es obligatorio el uso del cubrebocas, cuando es exigible para entrar en cualquier lugar público. Tampoco le importó el costo que se requiere para desplazar a los miles de asistentes, bien pudo llegar el número a doscientos mil personas, desde varias ciudades de la República. El costo del desplazamiento sea costeado con fondos públicos o particulares (aunque se sospecha que hubo disposición de recursos públicos) es muy alto. Si solo asignamos un costo de un mil pesos a cada asistente y llegaron 200 mil personas, entonces hablamos de una erogación de doscientos millones de pesos, más los gastos de logística, cantidad muy útil que pudo invertirse en otras áreas de gran importancia, como son salud, educación, obras de infraestructura.

Pero el objeto era que el presidente sintiera y mostrara ante quienes no están de acuerdo con él, la fuerza que tiene para convocar y llenar la plaza principal de México.

La historia nos dice que ha habido otros López que han llenado el zócalo para mostrar su liderazgo popular, el presidente Adolfo López Mateos fue un hombre inmensamente popular y le agradaba llenar el zócalo con el objeto de dirigirse a ellos y organizar verbenas populares. Al presidente José López Portillo de la misma forma, llenaba el zócalo a través de su partido el PRI para demostrar que tenía el apoyo del pueblo, un rasgo de los líderes populistas. Hoy, López Obrador ha demostrado que nada como pez en el agua, ante un mitin como el del primero de diciembre en el Zócalo de l Cd. De México.

Por favor ni se les ocurra mencionar a López Gatell como posible sucesor, porque entonces este país ya no soportaría que se extienda la dinastía de los populistas López y más López.

*IR