Mientras la política y los movimientos sociales o de grupos para demandar, exigir y “luchar” por los derechos no vaya acompañada también del reconocimiento y la exaltación de las obligaciones que la misma ley contempla para los ciudadanos, seguiremos lamentando los muchos casos que hoy son ejemplo de lo que sí y lo que no está permitido, cuando se trata de defender nuestras garantías. Casi siempre reclamamos nuestro derecho a todo y rara vez se aceptan las obligaciones que tenemos.
El caso de las mujeres detenidas por algunas horas por la policía metropolitana de la capital del estado, la semana pasada, luego de que en el marco de una manifestación para reclamar justicia para una menor violentaron el monumento de la glorieta de la paz, provocó todo tipo de reacciones, incluso algunos colectivos de mujeres se pronunciaron porque el edil de la capital José Luis Urióstegui ofreciera una disculpa pública y despidiera a la titular de la corporación Alicia Vázquez Luna.La protesta en cuestión, tuvo su origen en el reclamo justo a las autoridades judiciales, ya que la menor, habría sido sustraída por su propio padre a la fuerza cuando la custodia le fue otorgada a la madre.
Sin embargo, y para no variar al menos hasta ahora, nadie se ha pronunciado en favor de sancionar a las mujeres por faltar a sus obligaciones de respetar los monumentos públicos y dejar de justificar, en nombre del ejercicio de su derecho a la libertad de expresión, que sus protestas trasgredan el orden legal dañando la propiedad pública o privada, tal como ha ocurrido en decenas de manifestaciones que se han realizado por grupos y activistas en todo el país, y que rara vez son sometidos al orden y a la ley, cuando casi siempre terminan en vandalismo contra los inmuebles públicos o privados.
Y vaya que si andamos mal en este asunto de derechos y obligaciones. Hoy en las escuelas se enseña a los niños a exigir que sus derechos a la alimentación, a la salud, a la educación y etc., sean garantizados por sus padres, pero no es común que al mismo tiempo se les enseñe a los niños que también tienen muchas obligaciones que cumplir en casa, no sólo con los quehaceres domésticos sino con relación a su buen comportamiento, respeto hacia los demás o estudiar para sacar buenas calificaciones. Los niños y los jóvenes de hoy saben que tienen un sinfín de derechos, pero cuando se les pregunta por sus obligaciones no recuerdan más de dos o tres.
Por su puesto que es con la educación y en las escuelas que tenemos mucho qué hacer, pero son también las instituciones públicas y privadas promotoras de los derecho humanos, quienes deben comenzar a tomar en serio una estrategia para promover por igual la responsabilidad que los ciudadanos tenemos para observar en nuestras conductas y comportamientos, el cumplimiento hacia las normas y parámetros que rigen nuestra vida en sociedad.
Y para los grupos de activistas y colectivos en pro, el respeto a nuestros derechos es una exigencia que por igual, obliga a todos a ser respetuosos de los derechos de los demás. Ya basta de exigir que cese la violencia cuando es con violencia que se protesta para reclamar la ignominia, la indolencia o la omisión de las autoridades y de las instituciones. Cierto que hay un hartazgo social, que cunde la desesperación, la frustración y la desesperanza, pero nada de esto justifica la ira dirigida hacia otros o hacia la propiedad de otros que igualmente son víctimas de lo que los gobiernos hacen o dejan de hacer.
Incluso, también, si hubiera la suficiente claridad entre derechos y obligaciones, nos ahorraríamos los debates estériles y se cerrarían los espacios para hacer escarnio entre la opinión pública, a propósito de los sesgos que suelen presentarse cuando detrás hay intereses particulares o personales, veremos…
*IR