Cuando se piensa en el futuro de las organizaciones, es necesario considerar mucho más que los anhelos de grupo, sino la viabilidad de las mismas en el corto, mediano y largo plazo. En un mundo en constante cambio, las corporaciones sirven para conservar las constantes, son la apuesta a conservar las cosas que sabemos deben ser permanentes, los ideales, los derechos, los rumbos.
El primer reto de las instituciones es, por supuesto, el conservarse a sí mismas en la vorágine de transformaciones: la primera clave es la capacidad de adaptación. Quienes desde su propio interés político consideran la destrucción de las instituciones como indispensable para su resurgimiento, yerran profundamente el camino y acaban, así lo demuestra la historia, entregando una versión mucho peor de la que existía.
Lo mismo se equivocan quienes hablan de una crisis institucional por el enorme contraste que pareciera la misión de las instituciones con la vertiginosa transformación de la vida cotidiana: en todo caso, deberíamos pensar que la crisis (entendida como una coyuntura de cambios en la realidad organizada, que provocan inestabilidad e incertidumbre) es la definición de la hipermodernidad en que nos ha tocado vivir y que las instituciones han sabido, o deben aprender, a adaptarse a la nueva circunstancia. Una buena parte de esta capacidad de adaptación institucional depende de sus liderazgos.
Y el tema viene a colación luego de que en las últimas semanas, se ha vaticinado la elección de una nueva dirigencia en la sección 19 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, donde ha tomado forma una discusión por demás interesante, en torno a las nuevas reglas para la elección, no designación, del nuevo líder, ya sea por personajes, o si debe virarse a una selección por perfiles, una idea que toma fuerza en la opinión pública ya que refiere a ejes que permitirán a los nuevos líderes conducir a las organizaciones en su consolidación en medio de los cambios.
La decisión es simple en términos racionales, aunque no lo es tanto en materia de operación pues muchos buscarían rescatar viejas formas autoritarias que, si bien generaban resultados en lo inmediato, representaron un desgaste excesivo para la organización sindical. Planillas, democracia, voto directo, universal, secreto e intransferible, se plantean con la nueva reglamentación, ahora como la regla y no la excepción.
La apuesta por consolidar un sindicato cercano a sus bases, eficiente, de servicios, moderno, con capacidad de adaptación, pasa invariablemente por la designación de una nueva Directiva Seccional de talentos, porque el camino hacia el futuro está en la capacidad de entender mejor lo que ha pasado en estos años, los cambios, los nuevos escenarios que se plantean en los planos local, regional, estatal, nacional e internacional.
Es necesario reconocer que la nueva realidad en la educación era difícil de preverse, la incorporación acelerada e irreflexiva de las nuevas tecnologías, los problemas del financiamiento de la educación, la transformación del orden mundial, desastres naturales o emergencias mundiales como la generada por el Covid-19, generaron una realidad inédita para lo que se tuvieron que adaptar las políticas públicas, las leyes, las relaciones laborales, los programas de estudio y la forma de enseñar. La transformación era inaplazable; el SNTE ha sabido adaptarse y en ocasiones ponerse a la vanguardia del cambio, sin deponer su lucha por mejores condiciones laborales, y por una educación de calidad al servicio del pueblo.
En esta tesitura, es necesario que la nueva directiva tenga aún mayor capacidad de adaptación, sin renunciar a la historia de lucha del sindicato. La nueva dirigencia deberá ser conocedora de lo que ocurre en la educación en todo el mundo, empezando por las escuelas más humildes de Morelos y su proyección en un escenario internacional de competencia educativa. Esta radiografía es indispensable para lograr la proyección del SNTE en un futuro que no es previsible en el largo plazo, pero que puede anticiparse con un grado alto de probabilidad a partir de los elementos que ofrece el presente, de la tradición que aporta el pasado y de la visión que se tenga del futuro
Esta capacidad de análisis, junto con la habilidad para negociar, comunicar, trabajar por el bien del magisterio, serán condiciones indispensables para la nueva dirigencia. Es innegable que hay un riesgo en cualquier proceso de transformación. Con respecto del SNTE, pareciera que algunos buscan amplificar ese riesgo a un escenario de rompimiento institucional, de quiebre, esa apuesta al desastre pareciera venir de quienes no han entendido aún el momento en que estamos y lo que se requiere para el tránsito en la siguiente etapa de la sección 19.
Difícilmente se consideraría que el magisterio morelense apostaría a la aniquilación de su organización, por el contrario, hay la conciencia de que un sindicato fuerte es garantía para aprovechar las áreas de oportunidad existentes y construir nuevas para una mejor escuela pública, y para el desarrollo laboral, profesional y la mejor vida de los maestros de Morelos, que es lo que debe preocuparnos a todos. Y muestra de ello es, pese a la apuesta fatalista de algunos, el éxito en su inicio ayer, del proceso de renovación de al menos 250 delegaciones sindicales. Otros retos para los maestros sindicalistas también deben colocarse para el análisis, pero será en otra entrega, veremos…
*IR